Los medios masivos producen un trastorno relevante del desarrollo anímico-espiritual en particular en los niños, pues los conduce a un mirar fijo y junto con esto a una disminución de la conciencia, cercana al trance.
Con un debilitamiento anímico-espiritualidad, aumenta la probabilidad a la violencia.
Una visión individual del mundo es suplantada por un punto de vista masivo, sin conexión con la persona, ya que los acontecimientos y hechos que se muestran difícilmente pueden ser juzgados, conduciendo al espectador de un pensamiento a otro y de un sentimiento a otro.
Debido a esto se crean 2 ámbitos de percepción, el generado por los medios y el del espacio tridimensional, esta disociación trastorna el interactuar orgánico de las disposiciones anímicas y espirituales.
Esto genera un observador pasivo, superficial, fácilmente manipulable, con un yo debilitado, en un mundo donde están restringidas las condiciones para una configuración de la vida creativa y de cooperación.