Cuando miramos televisión aumentamos las ondas alfa que corresponden a un estado de ensoñación parecido a la hipnosis, en donde las operaciones lógicas, la comprensión, la creatividad y la asociación quedan detenidas. 

 

Por el contrario los sentimientos pueden aumentar en intensidad, incrementan los estados de estrés e irritación. 

 

De este modo, un rato de televisión puede ser perfectamente equivalente a una fuerte pelea, lo cual aumenta de manera alarmante la producción de colesterol en el organismo.

Se estima que, especialmente en los niños, puede haber un incremento de la producción de colesterol que alcanza hasta un 300% después de ver un programa altamente violento. 

Esto se debe a la cantidad de fotogramas que llegan al cerebro en poco tiempo, en un televisor antiguo se transmitían 4 fotogramas por segundo, mientras que en los televisores LED se envian 100 fotogramas en el mismo lapso. 

Adicionalmente, esa velocidad en la recepción de estímulos, puede ser la base de la impaciencia que es tan frecuente hoy en día, el cuerpo, de un modo u otro, termina sincronizado con esa rapidez que no da lugar para las pausas y por eso cada vez estamos más marcados por la idea de “¡lo quiero ya!”

 

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